1 de mayo de 2011

Fragmento

" - Deberíamos regresar a la editorial - dijo por fin Irene.
- Deberíamos.
Pero no se movieron. Ella cogió unas briznas de pasto y se las llevó a la boca, mordiéndolas para chupar la savia. Se volvió a mirar a su amigo y él  se hundió en sus brumosas pupilas. Sin pensarlo, Francisco la atrajo y buscó su boca. Fue un beso casto, tibio, leve, sin embargo tuvo el efecto de una sacudida telúrica en sus sentidos. Ambos percibieron la piel del otro nunca antes tan precisa y cercana, la presión de sus manos, la intimidad de un contacto anhelado desde el comienzo de los tiempos. Los invadió un calor palpitante en los huesos, en las venas, en el alma, algo que no conocían o habían olvidado por completo, pues la memoria de la carne es frágil. Todo desapareció a su alrededor y sólo tuvieron conciencia de sus labios unidos tomando y recibiendo. En verdad apenas fue un beso, la sugerencia de un contacto esperado e inevitable, pero ambos estaban seguros de que ése sería el único beso que pudieran recordar hasta el fin de sus días y de todas las caricias la única en dejar una huela certera en sus nostalgias. Supieron que dentro de años todavía podrían evocar con precisión el contacto húmedo y cálido de sus labios, el olor del pasto fresco y la tormentosa sensación en sus espíritus. Aquel beso duró como un suspiro. Cuando Francisco abrió los ojos, la joven estaba de pie recortada contra el precipicio con los brazos cruzados sobre el pecho. Ambos respiraban agitados, ardientes, suspendidos en su propio espacio, en su propio tiempo. Él no se movió, conmovido por una emoción nueva y totalitaria hacia esa mujer, ya para siempre ligada a su destino. Le pareció escuchar un levísimo sollozo y comprendió la lucha desatada en el corazón de Irene, amor, lealtad, dudas. Vaciló entre el deseo de abrazarla y el temor a ejercer presión sobre su ánimo. Así pasaron largos instantes en silencio. Irene se volvió y aproximándose con lentitud se arrodilló a su lado. La rodeó por la cintura y aspiró el perfume de su blusa y la leve, profunda sugerencia de su cuerpo.
- Gustavo me ha esperado toda la vida. Me casaré con él.
- No lo creo - susurró Francisco."

De amor y de sombra. Isabel Allende ♥

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